jueves, 24 de noviembre de 2011

LA PLAZA DE TODOS



Había esperando tanto este momento. No tanto por la cantidad de días de espera. Si por lo que significaron cada uno de esos días. Fueron días vividos intensamente, era mucho lo que se ponía en juego. El futuro de nuestro país, la defensa de las conquistas que siempre anhelábamos y ahora, como si estuviéramos dentro de un cuento, veíamos realizadas. Para los que piensan y sueñan con un mundo mejor, con más justicia e igualdad, este día tenía que ser nuestro día. Desde hace poco más de tres años a esta parte -cuando comprendí el proceso político decisivo que estaba viviendo, lo que me obligó a tomar parte-, había esperado tanto este momento. Imaginaba entrar a la plaza de Mayo con el pecho inflado, rodeado de pueblo, de banderas, de cantos, de alegría, de lágrimas de emoción, con una sensación de placer inmensa: Ganamos. Les ganamos.

Por una cuestión cronológica no viví la plaza del 45. Tampoco la del 73. Por suerte si pude estar en ésta. Y me animo a decir que tuve la suerte de estar presente en los festejos de una de las mayores victorias populares de la historia de nuestro país, después de aquellas mencionadas. El tiempo se va a encargar de darle a esta fecha su valor. Es cierto que no había millones de personas movilizadas, los tiempos no son los mismos, la híper mediatización de la sociedad hizo su tarea. Pero el significado es similar. La disputa es la misma, también los rivales. Y por eso es la misma alegría y emoción.

Hablando de emoción. Pensar que hace casi diez años atrás, también estuve en la plaza de Mayo. Pero era otra plaza. Había bronca, indignación, personas manifestando su desesperación, lágrimas de impotencia, represión policial, violencia del estado, muerte. Diez años nada más pasaron. De vuelta en el mismo lugar, otra vez con mi vieja como aquel 2001. Y la escena es totalmente diferente. No hay bronca, hay festejos. Hay lágrimas, pero de emoción. No hay piedrazos, hay abrazos. No hay gente pidiendo que se vayan todos los políticos, que no quede ni uno solo. Ahora hay personas que vienen a festejar porque la política se amigó con la gente. Tienen que haber pasado muchas cosas en el medio para que todo se vea tan diferente.

Y pasaron. Pasó que llegó un gobierno que el día que asumió dijo que no iba a dejar sus convicciones en las puertas de la Casa Rosada. Parecía difícil de creerle. De hecho, varios de los que estamos hoy festejando no le creímos aquel día. Pero el tiempo le dio la razón. No hay otra forma de explicar estos festejos, esta victoria electoral con números que son record. En menos de ocho años este gobierno transformó de punta a punta aquel país al borde del abismo. Era cuestión de animarse nomás.
Para lograr esta transformación había que animarse a enfrentar a los grandes poderes que están detrás de escena, esos que nunca dan la cara. Esos que estaban acostumbrados a manejar un país, privilegiando sus intereses por sobre los de mas de 40 millones de habitantes. Este gobierno los enfrentó, y decidió gobernar a favor de las mayorías antes que atender los intereses de esos grupos de poder.
 Había que descabezar a la Corte Suprema corrupta que avaló la entrega de nuestro patrimonio. Había que empezar a hacer justicia de una vez por todas con los crímenes de la dictadura. Había que decirle al Fondo Monetario que nunca más nos iban a imponer sus planes económicos. Había que reducir el peso de esa enorme mochila que era la deuda externa. Había que enterrar bien hondo el plan neocolonial de libre comercio que proponía Bush para el continente. Había que abrazarse y reactivar lazos con nuestros hermanos latinoamericanos. Había que abrazarse también con las Madres y Abuelas e incorporar a los derechos humanos como una política de gobierno. Había que levantar el país, reactivar la economía, para que haya mas consumo, mas empleo. Para eso había que fortalecer al Estado. Había que dotarlo de más recursos, quitándole un poco a los que tienen ganancias extraordinarias. Entonces hubo que enfrentarse al gran poder de la oligarquía exportadora, a los dueños de nuestra tierra. Había que desenmascarar y poner límites al más reciente de estos grandes poderes, pero no por eso el menos poderoso, el de los grandes medios de comunicación, que bajo la máscara del periodismo independiente siempre han defendido los intereses de los grupos de poder. Había que terminar con la vergonzosa estafa de las AFJP. Había que establecer una asignación universal por hijo. También becas, pensiones, subsidios, todo lo que lleve a una mayor inclusión social. Había que empezar a enmendar de una vez la situación educativa, comenzando por darle un presupuesto digno. Había que otorgarle un fuerte impulso a nuestra ciencia y tecnología para que este desarrollo tenga continuidad en el tiempo.  Había que hacer todo eso para poder gobernar a favor de todos los que con nuestro esfuerzo construimos día a día este país. Y este gobierno lo hizo.

Por eso acá estamos todos, festejando en la plaza. Simbólicamente, o en concreto, estamos todos los que tenemos que agradecerle algo a este gobierno. De todas las clases sociales, de todas las edades. El trabajador que tiene un sueldo digno que aumenta todos los años, el empresario y el comerciante que venden más porque la economía crece. El adolescente que tiene una beca para estudiar. El jubilado que por no tener aportes estaba excluido y ahora tiene su jubilación con dos aumentos por año. La madre que sabe que ahora tiene asegurado un ingreso mínimo para sus hijos. El estudiante que tiene un acceso también universal a una computadora. Estamos todos. Porque este gobierno es para todos nosotros.

Por haber leído apenas algo de historia de nuestro país, entiendo que las victorias populares no duran mucho tiempo. El enemigo es muy grande, y pisa muy fuerte. Precisamente, eso es lo que hace que esta noche histórica en la plaza de Mayo sea aún más emocionante, más inolvidable.





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